Camino hacia MiFID II: ¿Comisión fija o variable?

Volvemos sobre la cuestión de las comisiones de éxito,justificando por qué, en igualdad de condiciones, preferimos los costes fijos a los variables 

Fernando Luque 31/08/2017
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Los costes se han convertido en un importante punto de discusión dentro de la comunidad de financiera, impulsado por la regulación, el aumento de la transparencia y el pobre comportamiento relativo de los fondos de gestión activa. Los gestores activos en los mercados globales, particularmente en los Estados unidos, están sufriendo una creciente presión para demostrar que pueden justificar los costes más altos que cobran en relación con las opciones pasivas, estas últimas más baratas.

Esto ha resaltado la importancia siempre presente de considerar las estructuras de costes en el proceso de selección de fondos y de minimizar el coste subyacente de la inversión.

Los académicos que promueven la inversión pasiva han sostenido que los gestores activos hacen un pobre trabajo a la hora de batir a sus respectivos índices de referencia. Las comisiones son la razón más citada para explicar este peor comportamiento. Los costes se plasman generalmente a través del TER o de los costes totales que son, todos, intentos de resumir de forma transparente el total de los costes subyacentes, pero no se presta suficiente atención a la estructura de tarifas subyacente.

La importancia de las comisiones de éxito

Las comisiones de éxito son una característica común entre los gestores de fondos activos, en particular los que gestionan fondos de renta variable. Los fondos con comisiones de éxito cobran sobre la base de la rentabilidad respecto a un índice de referencia específico durante un determinado período de tiempo. El argumento para esta estructura es que el gestor tiene como incentivo superar ese índice de referencia.

A primera vista esto parece razonable y se supone que crea una alineación de intereses entre el gestor y el inversor final. El gestor recibe una recompensa adicional cuando produce ganancias por encima del benchmark para el inversionista final.

Sin embargo, la realidad es a veces muy distinta. Lo que a menudo no se pone de relieve es lo que sucede con el coste del fondo cuando el gestor obtiene una rentabilidad por debajo de la del índice de referencia o genera una rentabilidad negativa. Lo cierto es, que si un gestor cobra un coste adicional cuando supera al benchmark, los inversores deben ser compensados cuando queda por debajo de ese índice de referencia.

Es en esta asimetría, en nuestra opinión, donde reside el problema. La mayoría de los gestores que optan por una estructura de costes en función de la rentabilidad cobran una comisión que es independiente del rendimiento, junto con un componente de comisión basado en la rentabilidad adicional respecto a un índice de referencia pertinente. Esto es similar a la estructura del "2 + 20" que se popularizó en la industria de fondos hedge – un coste del 2% sobre el patrimonio y una comisión del 20% sobre el rendimiento.

Por lo tanto, si el gestor obtiene una rentabilidad por debajo del índice podrá cobrar una comisión mínima y en caso de superar esa rentabilidad cobrará un coste adicional, lo que crea un perfil de rentabilidad asimétrico que beneficia al gestor.

Lo que es evidente, considerando lo que acabamos de comentar, es que cualquier fondo que elija cobrar una comisión de éxito puede tener costes muy variables asociados con la gestión del fondo. Esto es especialmente cierto para los fondos que tienen un perfil de rentabilidad más volátil.

Pagar por servicios no prestados

La definición básica de valor es obtener más de lo que uno paga. Esto se aplica tanto en el supermercado como en el proceso de selección de inversiones. Sin embargo, uno de los problemas crónicos en la gestión de activos es que algunos inversores pagan dinero por un valor absolutamente nulo.

Específicamente, los cálculos de la comisión de éxito no siempre satisfacen a cada inversor individual. Un ejemplo clásico es cuando una persona entra en un fondo después de un período de crecimiento espectacular. Poco son conscientes de que pagarán por una rentabilidad de la nunca participaron.

¿Qué puede hacer el inversor?

En igualdad de condiciones, favorecemos claramente las estructuras de costes planas sobre los fondos que cobran comisión de éxito debido a la incertidumbre inherente que el componente de coste variable genera para los inversores finales. Las estructuras de comisión de éxito a veces pueden ser muy complicadas y difíciles de entender, añadiendo así más incertidumbre al resultado de la cartera.

 

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Si quiere saber más sobre MiFID II visite nuestro sitio dedicado a ello

 

 

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Sobre el Autor

Fernando Luque

Fernando Luque  es el Senior Financial Editor de www.morningstar.es

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