No voy a desvelar ningún secreto si digo que en Morningstar nos importa mucho la sostenibilidad. Por eso lanzamos hace algunos años el rating de sostenibilidad y más recientemente la designación bajo en carbono. Lo hemos hecho, evidentemente, porque hay una parte de la sociedad que está muy sensibilizada con los temas relativos a la protección del medioambiente, a la responsabilidad social y al gobierno corporativo. Y esos inversores necesitan respuesta a una pregunta simple: ¿tiene en cuenta el gestor de mi fondo de inversión o de mi plan de pensiones estos factores a la hora de elegir compañías? Nuestra labor y nuestro deber es ayudarles.
Otro factor de peso que está haciendo girar el mundo de la inversión colectiva hacia la sostenibilidad es la propia regulación. No sólo obligará a las gestoras y a los fondos a ser más transparentes sobre cuestiones como el riesgo climático, sino que también afectará al trabajo de los asesores financieros. El plan de acción de la Unión Europea sobre finanzas sostenibles forzará a los asesores financieros a tomar en cuenta las preocupaciones de sus clientes en materia de sostenibilidad y tendrán que ofrecerles productos acordes con sus necesidades. En este aspecto también queremos ayudar a estos asesores financieros a elegir las mejores opciones.
Pero hay otro elemento, tan potente como la regulación, que está haciendo que cada vez más gestores estén incorporando los factores ESG en sus decisiones de inversión. Es el hecho de que estos factores pueden tener un impacto “material” en las cuentas de resultados de las empresas, es decir un impacto real, en dinero contante y sonante. De ahí que en Morningstar queremos transmitir la idea de que la sostenibilidad no es factor externo e independiente a la vida de la empresa sino un claro factor de riesgo.