Los bonos de mercados emergentes se encuentran entre las categorías de ETFs más populares hasta ahora en 2019. Los flujos netos hacia los ETFs de bonos de mercados emergentes denominados en dólares estadounidenses han totalizado 2.700 millones de euros a finales de agosto, mientras que los ETFs de bonos emergentes en moneda local atrajeron 1.300 millones de euros.
La atracción es comprensible. A medida que muchos mercados desarrollados de deuda pública caen cada vez más en un terreno de rendimientos negativos, los inversores han estado deseosos de buscar los segmentos restantes del mercado de renta fija que siguen funcionando con un nivel percibido de normalidad. Mientras tanto, la facilidad de uso de los ETFs se ha prestado bien para que los inversores puedan fijar rápidamente sus posiciones y aumentar la exposición a la clase de activos en las carteras de inversión.
En comparación con sus homólogos desarrollados, los bonos de mercados emergentes son más arriesgados, normalmente más ilíquidos y con costes de transacción más elevados. Asimismo, se aconseja a los inversores que no traten esta cuestión como una clase de activos homogénea y que, en su lugar, discriminen entre los países emisores. Sobre el papel, esto apoyaría un enfoque activo de la clase de activos, ya que los gestores activos podrían elegir las apuestas correctas en términos de exposición a países. Sin embargo, las apuestas activas sobre deuda de mercados emergentes siguen estando cargadas de riesgos, mientras que un enfoque geográfico amplio y pasivo de bajo coste puede ayudar a equilibrarlas a largo plazo.