En el debate sobre la transparencia sobre los costes de los fondos hay una comisión que raramente se menciona y que muy pocos conocen. Además no todos las gestoras la aplican y su nivel puede, incluso, variar de un día para otro. El caso es que la aplicación de este coste puede hinchar la rentabilidad de un fondo y engañar a los inversores. Se trata del coste de dilución.
Cuando un inversor invierte o rembolsa dinero de un fondo, esos flujos pueden resultar en transacciones de cartera que tienen un coste. El coste de dilución busca aislar esos costes y hacer que dicho inversor cargue con este coste en lugar de repercutirlo a todos los partícipes,.
En teoría, esto es justo para todas las partes. No obstante, en la práctica, puede ser extremadamente complejo de administrar. Para los flujos que son insignificantes con respecto el tamaño total del fondo, por ejemplo una entrada de 10.000 euros en un fondo de 1.000 millones de euros, es posible que no haya transacciones inmediatas en la cartera del fondo por lo que no habría tasa de dilución (generalmente las entradas y salidas de dinero se compensan mutuamente, lo que hace que no haya transacciones de cartera).