Trampas mentales

Analizamos algunos de los errores que cometen con frecuencia los inversores

Fernando Luque 31/03/2016
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En estas últimas semanas los mercados han recuperado parte de las fuertes pérdidas con las que iniciaron el mes de enero. Pero eso no ha servido, de momento, para tranquilizar a los inversores. Muchos de ellos siguen en pérdidas y cada vez son más los que tiran la toalla y deciden olvidarse de sus inversiones, o, peor aún, venden sus carteras en la mayoría de los casos en los peores momentos.

Varios análisis coinciden en señalar que los pequeños inversores no suelen acertar con el timing de sus compras y ventas de participaciones de fondos. Suelen entrar y salir del mercado en los momentos menos adecuados. Además cuando intenta comprar y vender en función de la evolución de los mercados, siempre se duplican las posibilidades de equivocarse: cuando uno decide salirse del mercado y cuando uno decide volver a entrar.

Hay un dato que mide esos errores por parte de los inversores, pero que pocos calculan. Nosotros lo llamamos la “rentabilidad del inversor” para distinguirla de la rentabilidad obtenida por el propio fondo. En efecto, cuando uno compra y vende participaciones de un determinado fondos en varios momentos, la rentabilidad que uno consigue raramente coincide con la rentabilidad publicada por el propio fondo. Para calcular la “rentabilidad del inversor” es  necesario tener en cuenta las entradas y salidas mensuales de dinero. En otras palabras, calcula el rendimiento del fondo a nivel agregado para todos los euros que se han invertido a lo largo del tiempo. Por tanto, refleja de mejor forma la experiencia real que han tenido los inversores en un determinado producto.

Si hacemos este ejercicio para los fondos de renta variable española y comparamos la rentabilidad del fondo con la rentabilidad del inversor obtenemos el siguiente gráfico. No es que la diferencia sea enorme, pero lo sí que se puede apreciar es que en los años bajistas la diferencia a favor de la rentabilidad del fondo suele ser algo más amplia. Esto significa que los inversores cometen más errores en mercados complicados y bajistas.

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El éxito financiero no sólo depende de las propias inversiones. También depende de uno mismo. Hay, por ejemplo, algunos pequeños errores mentales que solemos cometer sin darnos cuenta a la hora de invertir, pero que suponen en fin y a la postre una menor rentabilidad.

No se complique la vida

El primer error es suponer que una inversión compleja es mejor que una simple. Esto hace que muchos inversores tengan un número muy elevado de fondos en cartera. Piensan que tener una cartera con muchos productos es mejor que una compuesta por un solo fondo de renta fija y un solo fondo de renta variable. Uno de los errores que cometen con más frecuencia los inversores es construir carteras poco diversificadas a pesar de tener muchos fondos en ellas. La diversificación consiste esencialmente en asociar activos que muestran comportamientos distintos en reacción a los diferentes riesgos que pueden presentarse en los mercados. Uno puede tener la impresión de que cuantos más fondos tiene en cartera, mejor estará diversificada. Y no es necesariamente correcto. Las ventajas de la diversificación no dependen del número de fondos en cartera. Hace varios años, en Morningstar construimos carteras hipotéticas con un número de fondos distintos comprendido entre 1 y 30, utilizando todas las combinaciones posibles de fondos. Luego, calculamos la volatilidad a cinco años de cada una de estas carteras. Como era de esperar, las carteras compuestas únicamente por un tipo de fondo fueron las que mostraron la mayor volatilidad media. A medida que se incluyen fondos en las carteras la volatilidad baja, pero lo interesante del estudio es que llega un momento en el que añadir más fondos a una cartera no se traduce necesariamente por una ganancia en términos de volatilidad. El límite está entre 7 y 10 fondos. Por lo tanto, tener más de 10 fondos de distintas características añade poco valor a una cartera y aumenta considerablemente las posibilidades de que uno tenga fondos similares dentro de ella.

Lo caro no es necesariamente lo mejor

Otra mala jugada que nos provoca la mente es pensar o creer que algo que cuesta caro es mejor que algo barato. Es cierto que en el mundo del consumo esta regla suele aplicarse. Generalmente un coche caro tiene más prestaciones y es mejor que un coche barato. Lo mismo pasa cuando compramos una lavadora, un par de zapatos o un televisor. Se suele decir que la calidad tiene un precio. Y los inversores suelen trasladar este concepto a las inversiones. Piensan, por ejemplo, que si un fondo exige una mayor comisión de gestión esto es porque el gestor es mejor. Pero la historia demuestra que a largo plazo los fondos más caros no suelen obtener los mejores resultados, sino más bien todo lo contrario.

La trampa de las pequeñas diferencias

Nuestra mente también está poco acostumbrada a tratar con números pequeños o con pequeñas diferencias. Muchas veces me he encontrado con inversores que me dicen: “pero qué más da una comisión del 1% que del 0,5%...  no hay mucha diferencia”. El asunto es que una pequeña diferencia se convierte a largo plazo, por la magia del interés compuesto (los intereses sobre los intereses), en una cantidad elevada. Invertir 100.000 euros a un interés del 5% en lugar del 4,5% anual resulta en una diferencia de  24.000 euros al cabo de 20 años.

El efecto retrovisor

Otra de las trampas mentales que afectan a los partícipes es el llamado efecto retrovisor. Piensan que porque una inversión ha ofrecido una rentabilidad excelente en el pasado, ese mismo resultado se va a repetir en el futuro. Desgraciadamente no es así de simple. Ningún inversor puede controlar la rentabilidad que dará el mercado, pero lo que sí puede controlar es su propia mente y evitar caer en estos pequeños errores fácilmente corregibles.

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Sobre el Autor

Fernando Luque

Fernando Luque  es el Senior Financial Editor de www.morningstar.es

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