¿Cartera activa o pasiva?

Analizamos algunas cuestiones que pueden tener su influencia a la hora de construir un tipo de cartera u otra

Fernando Luque 27/05/2015
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En Morningstar siempre hemos sostenido la idea de que los inversores pueden construir sus carteras bien exclusivamente con fondos de gestión pasiva o ETFs (también llamados fondos cotizados), bien únicamente con fondos de gestión activa, o con una combinación de estas dos fórmulas.

El que el inversor elija finalmente una opción u otra dependerá en gran medida de sus características personales: entre otros factores podríamos citar el tipo de vehículo financiero con el que uno se siente más cómodo o el nivel de seguimiento que uno quiere realizar de sus inversiones.

Pero hay otras cuestiones que pueden tener su influencia a la hora de construir un tipo de cartera u otra. Entre estas el aspecto fiscal es, sin duda, una de las que mayor influencia tiene. Hay que recordar, en efecto, que los fondos siguen disfrutando de la exención fiscal en el caso de traspasos de participaciones de un producto a otro, mientras que los ETFs no cuentan con esta ventaja de cara a Hacienda (aunque, al final, si uno vende participaciones, en ese momento, sí que habrá que rendir cuentas con el fisco).

Hay una segunda cuestión, también muy personal, que tiene que ver con las expectativas de rentabilidad que uno tiene establecidas. Si uno se conforma con obtener la rentabilidad del mercado, entonces los ETFs o los fondos de gestión pasiva (aunque la gama de gestión pasiva no es tan extensa como la de los fondos cotizados; por ejemplo no es tan fácil encontrar un fondo índice referenciado al índice de bolsas mundiales o al índice de mercados emergentes). Si uno tiene la pretensión de batir al mercado, entonces no queda más remedio que apostar por fondos de gestión activa. Pero, claro, hay un trecho importante entre decir que uno quiere batir al mercado y conseguirlo. No sólo los fondos de gestión activa, en conjunto, no consiguen batir al índice de referencia sino que los inversores suelen obtener resultados decepcionantes debido a que suelen pasar de un fondo a otro, atraídos por las rentabilidades a corto plazo.

Un tercer elemento, importante también, tiene que ver con el control de riesgo. Si uno está muy preocupado por esta cuestión es evidente que los fondos de gestión activa sufren, por lo general, unas pérdidas máximas inferiores a las de los fondos pasivos. Los gestores activos suelen, en efecto, aumentar el peso de la liquidez en los momentos de turbulencias bursátiles y algunos de ellos consiguen evitar los segmentos del mercado más problemáticos. Eso les permite mantener una volatilidad inferior a la de los productos pasivos que no disponen de esa posibilidad. Por supuesto, no todos los gestores activos consiguen sacar provecho de estas técnicas defensivas, por lo que uno no debe asumir que la gestión activa conlleva necesariamente una buena protección del capital.

La elección de un tipo de cartera u otra también puede depender de si uno es bueno a la hora de seleccionar fondos. Sea honesto consigo mismo y compare las rentabilidades de su cartera con un determinado índice de referencia. Si resulta que no ha conseguido aportar valor con la selección de sus fondos, decántese por una cartera de gestión pasiva.

Por último el optar por una cartera activa o pasiva puede estar relacionado con lo paciente que uno es en soportar fuertes diferencias respecto al mercado. En muchas ocasiones para poder batir al índice de referencia los gestores activos suelen distanciarse bastante de ese benchmark.  Esto les permite obtener resultados por encima de la media en largos periodos de tiempo, pero también pueden sufrir momentos en los que se quedan muy por debajo de la media. Los fondos índice también pueden obtener resultados negativos en determinados periodos, pero uno puede tener por lo menos el consuelo de que, en ningún momento, lo hará mucho peor que el mercado.

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Sobre el Autor

Fernando Luque

Fernando Luque  es el Senior Financial Editor de www.morningstar.es

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